EL ESPACIO RECUPERADO

Alicia Fernández. Catálogo Exp. Basauri, 1994

Con pausado caminar hacia lo profundo de su consciente, Adel Alonso inicia una reflexiva aventura hacia la recuperación del Espacio Perdido. Narrador de nuevos puntos de vista de la mirada, abandona una etapa barroca anterior para centrarse en el espacio como una dimensión interior que siempre estuvo presente y que su actual proceso creativo pretende definir.

Un paso adelante después de Narciso (1993), proyecto en el que el artista trataba de percibir lo subyacente a la imagen, "la carencia de contenido tras la máscara que, cual cortina, oculta y a la vez desvela el latido de esa esencia como verdadero contenido existencial", según sus propias palabras. Mostrar las claves de un proceso a través del cual llegaba a materializar los conceptos en obras, una vez instaladas habían de convertirse en un punto de inflexión para nuevos significados en la mente del observador activo.

Ahora, con una sutil expresión colmada de un lirismo plástico, las obras nos revelan la vertiente más misteriosa de un lugar habitado cargado de emoción. Iniciar el camino desde el exterior, para traspasar el umbral y perderse en la exploración de contenidos internos, proponiendo de nuevo una experiencia subjetiva. Adel Alonso utiliza para ello un lenguaje restrictivo que le lleva a adoptar soluciones formales concisas, poniendo de relieve el proceso depurativo, de pérdidas y renuncias, en el que actualmente se encuentra.

Lágrimas perforadas sobre el muro, derraman la sustancia contenida de sí mismas en su interior. Aperturas en las superficies, se prestan para descubrir múltiples significados, el aire, la luz, el sonido. Son oquedades abiertas dispuestas para ser penetradas. No es la obra, sino el observador quien recupera el sentido; el espacio perdido... "en el seno de su renunciamiento" que dijera Rilke.

Descubrir y explorar la vivencia de un espacio apenas intuido para habilitarlo con la sugerente evocación de la memoria. De manera poética las obras se vuelven leves y su apariencia escultórica se diluye. Sobre la pared, la transparencia del cristal y la pulcritud de los materiales denotan calidades casi pictóricas. Todo mantiene un orden, un equilibrio extremo que invita a la reflexión. El artista plantea un recorrido pausado, un acercamiento cautelar, para "ver lo distante que la lejanía nos niega y percibir lo cercano que por su proximidad no vemos".   

Abstraer la mirada para sentir el vibrante palpitar del latido interior de la obra. Traspasar el espacio intermedio entre la presencia y la ausencia. A cara descubierta, sin máscara, Adel Alonso avanza hacia una enigmática tierra de nadie extendida y nos invita a participar en este viaje colmado de sensibilidad.